¿ Quiénes no habéis visto vuestras redes sociales plagadas estos días del famoso hastag del verano #AquiSufriendo? Quizás tu también eres una de esas casi 8.000 personas que ha subido su foto playera con el dicho (dichoso) hastag.
El fenómeno selfie se desató hace años y vino para quedarse: un autorretrato tomado por un dispositivo móvil para publicarlo en una red social (Facebook, Twitter, Instagram…). Llamado así por un hastag propio creado en Instagram, #selfie tiene ya más de 350 millones de publicaciones y el hastag #me (yo) no se queda atrás con 360 millones.
¿Por qué nos gustan tanto los autorretratos digitales y qué hace que queramos exhibir socialmente nuestra imagen? ¿Qué implicaciones psicológicas tiene ese deseo de exposición?
Ante todo hay que señalar que el hecho de retratarnos y hacer fotos puntuales es algo muy divertido, es una forma más de relacionarnos en las redes y de compartir experiencias, dar a conocer nuestros gustos, intereses…
Sin embargo, hay toda una serie de aspectos a analizar en torno a ello cuando se publican selfies con mucha frecuencia y se presta excesiva atención a hacernos fotos, publicarlas y controlar cuantos likes y comentarios reciben. Como cualquier conducta, cuando hay un exceso, un abuso, ahí aparece el problema.
El Síndrome Selfie
Desde la psicología se entiende como un
deseo compulsivo de tomarse fotos y publicarlas en las redes sociales, como una manera de compensar la falta de autoestima y llenar un vacío en la intimidad.
Un estudio del International Journal of Mental Health and Addiction lo define de esta manera y asocia el síndrome selfie con problemas de autoestima, una falsa sensación de control de la propia imagen, la excesiva necesidad de reconocimiento externo y narcisismo.
La persona narcisista tiene una necesidad excesiva de admiración y afirmación. El selfie público es una herramienta ideal para este propósito ya que permite llegar a muchas personas, dando la imagen que yo quiero, para que admiren mis atributos –físicos o intelectuales-.
Las y los narcisistas escogen meticulosamente cada imagen, retocándola y perfeccionándola para asegurarse que será aprobada por el resto; no sólo en torno a la belleza o actividades intelectuales o placenteras, también buscando la transgresión o provocación. De esta manera, aumentan su ego y creen que controlan la percepción que el resto tienen de él o ella.
Se exhibe solamente lo que se quiere mostrar, construyendo una identidad que se pone a consideración de los demás para recibir retroalimentación y ser validada.
Otros estudios, como el del Birmingham Business School de Reino Unido concluye que quienes abusan del selfie son personas inseguras con miedo al fracaso.
Este estudio determinó un perfil de persona que tiende a establecer relaciones superficiales, con un peor sentido de la intimidad y que acaba alejándose de las personas cuando el trato es cara a cara (dificultades en la vida analógica).
¿Qué hay por tanto detrás de esa manifestación narcisista a través de selfies? Una necesidad acuciante de autoafirmación, un sobreesfuerzo en la construcción de la propia identidad y una clara falta de autoestima.
¿Cuáles son las consecuencias del síndrome selfie? En líneas generales, podemos decir que estos estudios reflejan la realidad pero no deben generalizarse, sino que hay que revisar cada caso en particular para ver qué carencias emocionales, de autoestima, etc. se esconden detrás y cómo afectan a la vida de la persona. Sí es cierto que los últimos estudios indican que suelen presentarse problemas psicológicos relacionados con el estado de ánimo (depresión principalmente), trastornos obsesivo compulsivos y dismorfofobia.
…Y de la mano del #Selfie llegó… el POSTUREO
Postureo no es un término psicológico, ni siquiera sociológico. Es una palabra adaptada del término `poser´ en inglés y originalmente tenía una carga peyorativa asociándola a una persona que finge ser lo que no es. Se usaba en las tribus urbanas para referirse a gente que copiaba su estética sin haber interiorizado sus gustos, valores, etc. “imitar la estética sin hacerlo con su ética”.
Hoy en día el postureo no está asociada a una tribu o colectivo determinado, es una definición más individualizada; alguien que quiere aparentar ser algo mucho más amplio -algo para todos los gustos y para gustar a más personas-. Posturear es adoptar ciertos hábitos, gestos y actitudes que buscan proporcionar una buena imagen, con el fin de demostrar que somos felices, aunque realmente no sea así o no estemos convencidas/os de ello.
En definitiva, nos esforzamos en dar una imagen feliz, alegre, de aceptación ¿y es esto negativo?
No es negativo, ni positivo, simplemente no es la realidad.
Nadie es feliz todo el tiempo, cada día, cada momento. Nadie hace exclusivamente actividades placenteras y agradables.
¿Cuáles son las consecuencias psicológicas de este postureo permanente? Algunas personas de tanto aparentar ser lo que no son, son absorbidas por el personaje que intentan mostrar públicamente. Aparentar lo que no se es frustra, desgasta, genera tensión y produce estados emocionales de tristeza y depresión.
El mundo del selfie visto con las gafas de género
No hay mucha literatura científica en torno al selfie y su relación con el género, pero algunos estudios hay y me gustaría compartir las conclusiones que he extraído de sus lecturas.
El selfie enfocado desde una perspectiva de género, se podría ver inicialmente como una herramienta positiva. Mientras que antes las mujeres eran agentes pasivas, expuestas desde el punto de vista del otro (por ejemplo en el arte, una mujer pintada en un cuadro) ahora pueden ser proactivas en la imagen que dan de sí mismas (una autofoto elegida). Son ellas mismas quienes se sitúan en el foco y eligen qué imagen quieren transmitir.
Desde una idealización del uso del selfie, se transmitirían cuerpos reales que se enfrentarían a la visión estereotipada de la mujer. Podría ser potencialmente un acto personal de amor propio y aceptación de una misma. Podría ser una herramienta de empoderamiento para las mujeres. Podría… pero no lo es.
Cuando vemos los estudios que analizan las imágenes y los usos que se hace del selfie por parte de mujeres jóvenes (principal perfil que lo usa) e incluso niñas, encontramos que no existe esa ruptura de estereotipos ni se sitúa a la mujer en otro plano distinto a los habituales.
Lo que encontramos es un dato preocupante sobre la ansiedad y la necesidad de reconciliación con el propio cuerpo y el reconocimiento público de su apariencia. Millones de usuarias han planteado en sus publicaciones “¿soy guapa o fea?” “¿soy gorda o no?” “¿acepto mi cuerpo o no lo acepto?”
Al fin y al cabo lo que se perpetúa es el discurso y debate en torno a la feminidad, la actitud ante la belleza, la satisfacción o insatisfacción con el cuerpo,… los temas clásicos sobre la imagen de la mujer.
Cuando le sumamos la necesidad de feedback con likes y comentarios y/o permitir el debate sobre la propia imagen desde una falsa sensación de control y poder, supone graves consecuencias emocionales en muchas mujeres jóvenes y niñas.
En definitiva,
el selfie no es esa herramienta empoderadora de las mujeres. No sitúa a las mujeres en un plano diferente al del cuerpo –las usuarias prácticamente generan discursos exclusivamente sobre la imagen física y su importancia-.
Para nosotras, el uso de la tecnología no es emancipador, lo que ha hecho es mostrar el mismo problema a nivel global.