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La obligación de ser feliz

Cristina Fernández Luque • 14 de agosto de 2020

Una reivindicación a sentir libremente

Al parecer estar triste no está de moda. Ni está bien visto. Estar triste y que se note, a día de hoy, es un verdadero fracaso. Lo sé porque me lo dicen continuamente tazas, velas, camisetas, cuadernos y otros artículos de papelería. También lo leo en montones de cuentas en las redes sociales que se encargan de decirnos cómo tenemos que sentirnos y cómo expresarlo… o reprimirlo, mejor dicho.

Estoy hablando de mensajes que seguro que conoces, del tipo: “Hoy es un buen día para sonreír”, “No te olvides de sonreír” o “Nunca dejes de sonreír ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa”… y dale que te pego con sonreír a todas horas, independientemente de las circunstancias o de si te apetece o no hacerlo. Si me acaban de despedir de un trabajo que me gustaba, o me ha dejado mi pareja a la que quiero o me han diagnosticado una enfermedad grave ¿es un buen día para sonreír? ¿en serio? ¿tengo que sonreír aunque lo único que me apetezca hacer sea acostarme a llorar o a dormir 2 meses? ¡Que no quiero sonreír, joder, que estoy triste!.

Hay algo que quiero que tengas claro, algo en lo que muchas personas están confundidas: las emociones no son buenas o malas, no se clasifican en emociones negativas y emociones positivas. Las emociones básicas del ser humano, a saber: tristeza, alegría, miedo, ira, asco y sorpresa, son necesarias y todas tienen su función. ¿Qué hubiera sido del ser humano sin el miedo? Pues estaríamos más que extinguidos. Otra cosa distinta es que nos resulten agradables o desagradables, y en todo caso, podremos decir que son más o menos apropiadas en cuanto a su intensidad o a lo congruente de la situación que las genera. Pero nunca malas, y siempre útiles.

Claro que no nos gusta estar tristes, porque la tristeza va unida a situaciones de pérdida… lo que no nos gusta es perder a las personas que amamos o verlas sufrir, perder las cosas que nos gustan, perder oportunidades o fracasar, no la tristeza en sí misma. La tristeza es la reacción emocional natural para este tipo de situaciones que implican pérdidas y un desgaste de energía. Es una emoción que llega para cumplir, mediante su expresión, la función de provocar la búsqueda de apoyo y consuelo por parte de la persona que sufre, de permitir la reflexión, el descanso , el análisis y el aprendizaje necesario para superar el fracaso y adaptarnos a la nueva situación tras sufrir una pérdida.

Si tal y como te exige la dictadura de la felicidad y la sonrisa permanentes entierras tu tristeza en lo más profundo de tu mente y de tu corazón, no la reconoces y la expresas, o incluso te esfuerzas en expresar lo contrario, te puedo asegurar que va a pasar lo siguiente: conseguirás que se enquiste y se pudra dentro de ti. Y por mucho que trates de impedirlo haciendo como que no pasa nada y sonriendo forzadamente, la tristeza es como la Naturaleza, se abre camino. De modo que no dudes que terminará saliendo, sólo que cuando lo haga es posible que ya no puedas reconocerla, ya que puede salir disfrazada de otra emoción como el enfado (es algo que suele hacer), o de algún síntoma psicológico o emocional. Y entonces te será más difícil saber de dónde viene todo eso y qué hacer con ello.

Así que si te sientes triste, está triste. Si no te apetece sonreír, no sonrías. Si te apetece llorar, llora. Si no tienes ganas de salir, quédate en casa. No pasa nada. De hecho, es lo que la tristeza te está pidiendo.

Ahora bien, una vez reconozcas tu tristeza y la expreses adecuadamente, déjala ir. Permite que cumpla su función y luego suéltala. No te aferres a ella, no la invites a quedarse contigo más tiempo del estrictamente necesario, porque te aseguro que lo hará. La tristeza es pegajosa y tiene tendencia a permanecer, porque una vez la conoces y te acostumbras a ella puede llegar a ser cómoda. O al menos puede ser más cómoda que decir adiós, cerrar un ciclo y seguir adelante. Y es posible que en algunos momentos sí que lo sea, el mundo suele exigirnos menos cuando estamos tristes, se nos concede una especie de tregua temporal para estar en standby, en suspenso. Pero más cómodo no significa más feliz, así que una vez la tristeza haya hecho su trabajo, sal de nuevo a vivir.

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