A lo que me refiero es que sabemos de parejas que van a terapia de pareja en búsqueda de herramientas y recursos que salven su relación o personas que acuden cuando están transitando un duelo por una ruptura o porque una separación de hace años aún le duele y le afecta en su presente. En cambio, muy pocas personas se atreven a iniciar un proceso terapeútico para gestionar la pérdida de una amiga, y seamos claras, tampoco la psicología lo ofrece o facilita. ¡La terapia de amigas no existe!
Perder a una amiga puede producir un daño emocional excepcional y requiere un proceso de reparación. Es necesario conocer los porqués como lo necesitarías cuando rompes con tu pareja. Sin embargo, lo que no permites en una ruptura de pareja, sí lo haces con las amigas: dar o pedir muy pocas explicaciones, cuando no ninguna. Y te quedas hablando eternamente contigo misma, sin un discurso que contrastar, en un carrusel de hipótesis que nacen y mueren en ti. Quedarnos llenas de dudas eternas sobre lo que ha pasado puede afectarnos profundamente. En el mejor de los casos implica un desapego a lo bestia. En el peor marcar tus futuras relaciones con la inseguridad y la desconfianza.
Me pregunto cuántas amistades se habrían salvado si hubieran ido a terapia de amigas. Qué habría sido de ellas si hubieran tenido a un/a profesional que les ayudara a resolver conflictos, porque no hay un espacio donde más se huya del conflicto que entre amigas. A veces por no quedar de susceptible y por las ideas preconcebidas de lo que es o no una amistad según el imaginario colectivo. Esto nos condiciona al respecto de lo que tenemos derecho a pedir o no a una amiga y que sin dudar exigiríamos a una pareja. Seguramente habría muchos detalles que podrían ser resueltos en una conversación, pero que cuando se acumulan desgastan una relación hasta extinguirla aún siendo evitable. Se nos ha educado para salvar el amor romántico, de eso bien se han encargado películas, literatura, etc. pero no a las amigas.
Creo que lo que cabe reflexionar en cualquier caso es si somos más punitivistas con las amigas que con las parejas. Con las parejas hacemos renuncias, concesiones y negociaciones que con las amigas no.
Quede claro que no hay que salvar todas las relaciones a toda costa. Hay personas que es mejor no recuperar, tanto parejas como amigas. Se que hay separaciones de amigas por grandes decepciones indiscutibles. Sin embargo, creo que debemos cuestionarnos si con aquellas amigas que hemos perdido, hemos tenido menos reparo al castigar y exigir un alto precio a nuestro perdón, incluso si hemos sido más contundentes y crueles para erradicar nuestro vínculo sin mirar atrás que con nuestras exparejas.
En definitiva es este un llamado a ampliar el lema de que “las amigas nos salvan”; y añadirle que a las buenas amistades, las sanas, hay que salvarlas y las que no se pueden hay que hacerles su duelo y superarlas.