La premiada para ser borrada ha sido nada más y nada menos que Katherine Switzer, quien en 1967, fue la primera mujer en correr un maratón con dorsal, el dorsal 261, ya convertido en un símbolo del feminismo. Se inscribió usando sus iniciales, evitando así dar su nombre, en una prueba en la que hasta aquel momento era exclusivamente para los deportistas varones. El día de la competición, pese a los intentos del comisario de la maratón Jock Semple de sacarla de la carrera y gracias a su tesón, su esfuerzo y al compañerismo de otros corredores que la escoltaron para evitar que la eliminaran, consiguió cruzar la línea de meta después de 4 horas y 20 minutos. Switzer ganó la maratón de New York en el 74 y quedó segunda en el 75, logrando su mejor marca. Pero ganó mucho más que eso. Consiguió que se nos reconociera a todas las mujeres el derecho a correr y competir en maratón.
Pues a ella, nada más y nada menos, le han borrado la cara. Una mancha morada cubre su rostro y la elimina de la escena en la icónica foto que recoge su proeza. El resto de personajes, todos hombres, lucen al natural.
Queriendo o sin querer es un acto simbólico de lo que se viene produciendo por parte del ministerio de igualdad en los últimos tiempos. Podríamos decir que les ha traicionado el subconsciente. Y es que en los últimos meses la agenda feminista ha quedado paralizada al quedarse boquiabierta ante la proclama y defensa de leyes transgresoras desde el ministerio de igualdad, tan transgresoras que les han venido grandes a las cabezas pensantes del ministerio, generando el mayor cisma y debate en el movimiento feminista a raíz de la
“Ley trans”.
Transexuales, transgéneros, queers, personas no binarias necesitan una legislación más adaptada a sus necesidades y menos castigadora, patologizadora y excluyente. Por supuesto. Por desgracia, la nueva ley ha querido resolverlo, pero no han sabido cómo y la solución que creerían revolucionaria en realidad supone quitar de un plumazo a las mujeres su categoría de mujer.
Resulta que -quiero pensar desde el buenismo- con una voluntad de visibilizar e integrar a las mujeres que no se identifican con el sexo asignado al nacer, han encontrado la solución eliminando radicalmente cualquier categoría diferencial que pueda herir sensibilidades a todo un colectivo, pero que borra a la mitad de la población. Igual que hicieran con el cartel, borrar a la mujer, han hecho con la sustitución del concepto sexo por el de género -identidad de género- que supone la mayor amenaza para los avances y logros del feminismo de todos los tiempos. Casi nada.
Cabe preguntarse cómo nadie en el ministerio ha planteado cuestiones tales como ¿Sabéis el retraso que supone no contar con datos desagregados por sexo? ¿Cómo entender y visibilizar desigualdades que se producen en nuestra sociedad por el mero hecho de ser mujer, sin nombrar ni usar la categoría sexo? El gobierno que se las prometía en ser el más avanzado, progresista y feminista de la historia de España ha resultado ser el más contraproducente para las mujeres. Hay quien habla de poderes ocultos, lobbys y presión desde lo más alto del movimiento queer. Yo, desde mi análisis seguramente simplista, lo atribuyo a incompetencia e incapacidad para meterse en estos berenjenales.
No entraré en posiciones en contra de la asunción y aceptación plena como mujer de quien no nació normativamente como mujer, puesto que por más que leo y estudio no encuentro un argumentario adecuado a mi sentir. Son mujeres al mismo nivel. No hay discusión posible en torno a esto.
La ley, en cambio, requiere todos los debates y discusiones posibles hasta encontrar soluciones antes de su aprobación. Son tantos y tantos los temas que o bien no están del todo claros, o bien son contraproducentes para el desarrollo de una sociedad en igualdad que proteja y garantice los derechos de menores, mujeres y del propio colectivo trans, que la asunción del texto actual sería un absoluto desvarío.
Después de meses de lectura, estudio y análisis de argumentos de las diferentes posturas gravemente enfrentadas en torno a la ley he extraído algunas conclusiones personales. La primera es que se debe
respetar a cada persona en sus decisiones y conformaciones de identidad.
Si quieres que te asigne un sexo, tuyo es; si no te sientes situada claramente en ninguno, de acuerdo, dime como quieres que te designe o no y así lo haré.
También concluyo que
nosotras queremos mantener nuestra identidad de mujer. Yo soy una mujer y no un ser gestante, no un ser con capacidad para lactar, no un ser menstruante, y todo ese neolenguaje falaz que se cree políticamente correcto con la diversidad y es aún más cruel e invisibilizador que aquel masculino genérico tradicional que decía representarnos. Este neolenguaje nos deslegitima y borra de un plumazo a las mujeres y nuestras realidades. Cuidado con caer en la trampa de creernos más integradoras, más respetuosas con la diversidad, por dejar de nombrarnos otra vez. Si no te sentías representada con el todos, ¿cómo sí lo haces con el todes?.
En definitiva, esta conjugación de darnos cabida a todas y todos en una ley, que de respuesta a la integración real y efectiva a través de un marco legal a un colectivo historicamente maltratado, estigmatizado y patologizado como es el transexual y transgénero, sin sacrificar en su desarrollo y puesta en marcha los avances conseguidos por el feminismo en nuestro país, sin obviarnos y borrarnos a las mujeres, es el gran desafío de un ministerio, que no parece estar a la altura del cometido. A las feministas, como movimiento, nos toca estar en el debate, la discusión y una posición firme en defensa de nuestros derechos. Y a la par,
no debemos olvidar la agenda feminista, que aunque parezca que no la hay, existe: violencia de género, prostitución y trata de personas, vientres de alquiler, reparto de cuidados en la etapa pandémica y posterior a ella, brecha salarial, y un largo etc. Todo esto no puede detenerse, no puede posponerse para centrarnos exclusivamente en lo que la ley trans supone como revés al feminismo. Si bien es verdad que para resolver estos problemas mencionados, al ministerio de igualdad ni se le ha visto ni se le espera, nosotras debemos seguir trabajando para visibilizar y exigir soluciones como siempre hemos hecho pese a las trabas y las incompetencias políticas.
Olvidarnos de lo nuestro, para atender solo lo que nos marcan desde otras luchas y reivindicaciones, que nos afectan pero no son nuestro objetivo, ese sí sería un verdadero golpe certero al feminismo en nuestro país. No perdamos la perspectiva, reenfoquemos los esfuerzos en lo que es prioritario en nuestra agenda y sigamos transformando la sociedad en una versión mejor.